El pastor (continuación)
Aurelio
Tiene la
cabeza grande y rechoncha y listas atigradas en tonos grises y negro; hoy ha
vuelto con una oreja algo trizada de vete a saber qué aventuras amorosas que le
llevan y le traen de forma periódica, lejos y durante varios días. Las
incursiones del gato dejan siempre una traza de inquietud en su amo, consciente
del riesgo que comporta el imperativo mandato de la naturaleza. Y es que, a
veces, buscando la vida la perdemos.
Aurelio se
frota en los pies del pastor como si fuese el amo quien regresa.
— Hombre
Aurelio, muchacho. Has vuelto ¿eh? ¡golfante! - mientras le acaricia la cabeza
con suavidad, complacido y aliviado con la vuelta del animal.
El gato se
pasea cola en alto entre las piernas del pastor, mientras éste le va preparando
unos trozos de sardina de lata; ronronea fuerte, lo que es señal inequívoca de
su contento.
— Ha vuelto
el cruzado de su aventura y tiene cara de no haber comido un ratón en su vida,
je, je. A mi no me engañas Aurelio. ¿Qué te parece? ¿y si en tu ausencia se
llena la casa de ratones, qué? Te lo descuento de la nómina; hombre, hombre.
Anda, toma un poco de leche que mucho no has comido por ahí.
El pastor
se prepara la cena y tras una breve ducha se acomoda para leer unos capítulos
de su actual lectura.
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