El somriure de Darwin

No hago reseñas, pero quiero compartir con vosotros mi impresión de un libro maravilloso:

"El somriure de Darwin" de Anna Maria Villalonga. 

"El somriure de Darwin" es una novela negra, pero también puede ser una novela de denuncia social. Sin duda ambas cosas.

Anna María Villalonga va poniendo cartas sobre la mesa; nos dice el palo; las enumera; las va volviendo boca arriba una tras otra, honestamente; con un lenguaje claro, sin prisa; pero que no podemos dejar de avanzar con una historia que nos atrapa desde el primer renglón; para llegar a un resultado sorprendentemente previsible y sutilmente emocional.

 Uno tras otro, los personajes (Max, Darwin, Noemi, Iván) se nos revelan, se nos construyen a partir de un pasado que les marca y un presente con unas circunstancias que nos atrapan y en donde van a intervenir al unísono entecruzándose para conformar una realidad en la que nos vemos inmersos temporal y moralmente.

"El somriure de Darwin" me ha hecho plantear una vez más hasta donde llega nuestra zona de confort, hasta qué punto nos influye nuestra constelación familiar y en qué momento podemos pasar a ser un ser invisible para la sociedad.

De las muchas sensaciones que me ha provocado la lectura de "El somriure de Darwin": la empatía, la repulsa, la culpa, la rabia, la esperanza... me quedo con el amor, el amor que siempre, siempre, redime; en este caso el amor de Darwin al que le debo unos lagrimones solo comparables con los que vierto cada vez que veo cierta película que no voy a decir para no desvelar a este maravilloso personaje y que muy acertadamente da título al libro.

Hay un estilo, que tras haber leído "La dona de gris" y "El somriure de Darwin" se perfila en Anna María Villalonga: Ley no es igual a justicia; a veces, el destino, se toma la justicia por su mano.

Todo el mundo debería leer este libro del que no se sale igual que se ha entrado. 

Leemos para ser conmovidos y "El somriure de Darwin" nos conmueve en lo más profundo, como personas y como sociedad. Gracias, Anna Maria Villalonga.