Psicosis


Una anécdota en el metro...

 
Uno de Febrero, hemos salido con el objetivo de pasear por la Barcelona antigua. Tras unas gestiones a pie tomamos el metro y nos bajamos en la parada de Liceo, al parecer el teatro está en obras, se ven los balcones forrados con una malla y curiosamente me da la sensación de deterioro que no había advertido antes. Unos carteles anuncian El joven Werther. Tomamos la calle Ferràn y antes de llegar a la plaza de Sant Jaume giramos por la calle Quintana, una  calle estrecha donde se encuentra el restaurante Can Culleretes,  con un menú atractivo y bastante económico, pero nuestro objetivo hoy no es el de comer fuera. Paseamos por las estrechas calles y volvemos a la plaza Sant Jaume atraídos por la música de un carillón, suena precioso aunque no sabemos con exactitud de donde proviene porque las calles estrechas impiden ver los campanarios y torres. Visitamos el patio de la catedral con sus ocas; observo las viejas lápidas que cubren el suelo con inscripciones de nombre y oficio del occiso, así como del año 1734, 1735... hay varios panaderos y en la lápida se ha grabado un dibujo con la pala y tres panes, también zapateros... por un momento estoy esa época en la que no todo eran sombras y en la que no debió ser nada fácil ser mujer o pobre de solemnidad. Unos y otros pisaron estas piedras con fervor o miedo, o esperanza; y ahora lo hago yo y muchos turistas cámara en ristre, tal vez sintiendo lo mismo que yo, o no.
Hay un hombre con aspecto de escasez, muy poco abrigado, que va rezando por las capillas San Judas Tadeo, San Ramón,  el cristo de los Desamparados; probablemente es un indigente. Observamos que aún no se ha retirado el Nacimiento del patio de la catedral; hasta mañana no toca: dos de Febrero, la Candelaria. Anuncian que es hora de cerrar.
Descansamos en el veger del museo Marés. Un lugar apacible, una especie de oasis con bancos, árboles pequeños y un redondo estanque central del que brota agua en un pequeño  pináculo cubierto de musgo;  en el brocal hay varias macetas de crasas. En este paraíso pétreo no hay nadie hasta pasados unos minutos de tranquilidad total. Por los indicios se puede ver que  en verano hay un café que ahora permanece cerrado. Paseo por el lugar hasta una terraza elevada sobre la calle contigua a resguardo por un enorme árbol que no reconozco, por sus hojas ni parece un ficus, pero sí por su fuerte y denso tronco. De ser un ficus tiene muchísimos años. Tal vez sea un castaño de indias.
Finalmente salimos a las empedradas calles donde suena un cantautor sudamericano que canta aquella canción del Che. "Con su querida presencia comandante..." Pasamos por la plaza de la catedral donde tres músicos tocan una especie de swin muy animado, nos paramos un momento y seguimos. Hemos dado una vuelta completa para volver a las Ramblas. Anticuarios, librerías, tiendas de mimbre, un antiguo aparador modernistas, con la madera deteriorada por el tiempo y la intemperie, ahora es un humilde colmado pakistaní. Alguien debería restaurar eso.
Ya en la Rambla compramos semillas de hierba de gato. Subimos hasta la altura del teatro Poliorama. Pero lo que queremos ver es La Academia de las Artes y las Ciencias, el edificio es una preciosidad modernista. Tiene un reloj con la hora oficial flanqueado por dos estatuas Art Nouveau. Me quedo un rato contemplándolo. En las cúpulas, fijándose bien,  aún se puede observar objetos de medición meteorológica. En la fachada solo se ve la puerta del teatro que con carteles y todo ocupa toda la planta baja. Sólo al entrar, a la izquierda, se puede ver una vitrina de la academia y datos al respecto, y la entrada a la academia es por el hall del teatro subiendo por una escalera. Este edificio siempre me ha pasado desapercibido hasta que leí la novela "La fórmula Terradas" de Daniel Jerez, en él transcurre parte de la trama. Me encanta descubrir y aprender en los libros.
Tras curiosear por el vestíbulo de la Academia de las Artes y las Ciencias/Poliorama y decidir que regresaríamos  para una visita.  Ya en el metro rumbo a casa consigo sentarme. Ha sido una mañana de caminata continua y estoy bastante cansada. En pocos minutos estaremos en casa.
Distraída mirando la gente y un poco perdida en mis pensamientos se abre paso hasta mis oídos una melodía por así decirlo; sonaba el insistente e inolvidable chirrido de la banda sonora de la película de Alfred Hitchcock "Psicosis"; es algo que uno no se espera en el metro y además todo estaba aparentemente tranquilo, la "música" iba sonando y aún no había identificado su procedencia,  muy cercana, eso sí; criiii, criii, criiii...!!!
- ¿Diga?... si, muy bien...
¡Era un móvil! La melodía de llamada, con el momento álgido de Psicosis (si, si, ese momento), el teléfono pertenecía a una señora de unos setenta años con aspecto de no saber personalizar la melodía de llamada entrante.
Seguro que mi cara era un enorme signo de admiración y  sin darme cuenta me eché a reír, cosa que también hizo la chica que ocupaba el asiento entre la señora Psicosis y yo, sin levantar la vista, eso si, de su partida de Candy Crush.


Patio del Museu Frederic Marès
Yo, tomando el sol invernal en el patio del Museo Marès de Barcelona.

Comentarios

  1. Dios mío en un día cuantas cosas se pueden ver, aprender, observar, experimentar......

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  2. Suceden infinitas cosas simultaneamente, algunas las podemos experimentar concientemente. Gracias por tu comentario, Maite. Un abrazo.

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