Las alas del tiempo
En el preciso momento en que miles de aves iniciaban su vuelo, ella fue capaz de sentirlas. No me preguntéis cómo, porque el mecanismo no lo sé, pero ella lo supo, aún a cientos de kilómetros. Vio las aves con un sentido en el que no intervienen los ojos, las sintió aleteando, sintió la vibración del aire, la alegría y la libertad del vuelo. Vio con ese sentido el enorme árbol donde cada atardecer las aves bullían de vida y era tan grande esa sensación que lo llenaba todo.
Se vistió despacio y esperó el momento de partir; cada gesto era una despedida, una caricia para el recuerdo porque sabía que no se repetiría jamás; y besó con las manos las esquinas, los libros y los lápices. Y la materia le respondía como un gato a la caricia. El sabor a despedida inundó la luz de matices ambarinos y algo flotaba en la habitación como las partículas de polvo a contraluz. La anticipación llenó de emocionado rubor sus mejillas y sus ojos desprendían destellos de purpurina mult...