El pastor
Aún no amanece, es esa hora previa al alba en que
los sueños se vuelven reales; a menudo los recuerda cuando se despierta, como
ahora. Sueños en su mayoría absurdos, inconexos; tan difusos en algunas
ocasiones, que dejan la piel a tocar de algo que no sabes bien en qué consiste,
pero que parece real y sin saber bien qué ha sido lo que le despertó, queda
desconectado y huidizo totalmete intangible e irrecuperable. No sirve de nada
volver a acurrucarse, el hilo que lo conecta se ha roto. No volverá a soñar ese
paisaje, esa casa, esa compañía. Tal vez otro día, otra noche, se presente de
nuevo y pueda discernir el mensaje oculto tras las escenas absurdas.
Se estira bajo las sábanas. Es agradable esa
tibieza, ese estado relajado del cuerpo tras el descanso necesario. Duerme
cuanto necesita, nada se lo impide, salvo que una oveja se ponga de parto, y
aún así hay poco que hacer, son animales fáciles. Si viene bien, la cría se
pone a mamar al momento, aunque ese día deja a la madre en la cuadra con un
poco de hierba y algo de grano. Al día siguiente ya se puede llevar el añejo en
brazos y detrás irá la madre. Ya en los pastos, cuando se detienen, todo se
desarrolla con normalidad. Hay que estar ojo avizor al águila o algún carroñero
que se puede atrever con el recién nacido.
Se despereza. El sueño no volverá por hoy. Está oscuro fuera, se oye el can, su perro ovejero, Ovidio. Está tan conectado con su dueño que le adivina, sabe que está despierto. Sale fuera. Uno de los placeres de esta vida es salir a mear al campo. No hay un alma en kilómetros a la redonda. Aún puede verse alguna que otra estrella tintinear. No hay apenas nubes. Nota que hoy no será uno de esos días de lluvia en los que la hierba está mojada y caída.
Se despereza. El sueño no volverá por hoy. Está oscuro fuera, se oye el can, su perro ovejero, Ovidio. Está tan conectado con su dueño que le adivina, sabe que está despierto. Sale fuera. Uno de los placeres de esta vida es salir a mear al campo. No hay un alma en kilómetros a la redonda. Aún puede verse alguna que otra estrella tintinear. No hay apenas nubes. Nota que hoy no será uno de esos días de lluvia en los que la hierba está mojada y caída.
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¿Qué hay Ovidio?
Su
propia voz le suena extraña. Apenas habla, si no es para llamar a sus reses o a
Ovidio. En ocasiones se sorprende escuchando una canción y resulta que es él
mismo quien está canturreando. (CONTINUARÁ)
Entranyable i tendre. M'encanta!
ResponderEliminarMoltes gràcies, Lisa! La història continúa...
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